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Países emergentes y en desarrollo necesitan controles de capital para prevenir catástrofe financiera

Actualmente, todos los países enfrentan una amenaza sin precedentes. Esta amenaza es tanto el producto de la crisis de salud global, como de sus efectos en términos de recesión económica y colapso financiero. A diferencia de las naciones ricas, sin embargo, los países emergentes y en desarrollo (PED) carecen de la autonomía política necesaria para enfrentar estas crisis. La jerarquía monetaria global coloca a los PED en la periferia de los mercados financieros globales, lo cual los sobreexpone a choques repentinos causados por fenómenos como la crisis del COVID-19. La Reserva Federal de los Estados Unidos ha anunciado que prestaría hasta USD 60 mil millones a los bancos centrales de México, Brasil, Corea del Sur y Singapur. Aunque bien recibidos, esta línea de crédito no es suficiente. Se necesitan controles inmediatos de capital, coordinados por el FMI, para evitar un desastre financiero.

En una crisis financiera global, hay una urgencia por mantener activos líquidos en monedas seguras, especialmente dólares estadounidenses. Los países ricos pueden responder a este reto con las herramientas fiscales y monetarias necesarias. Sin embargo, esto no es posible, para los PED. Desde el estallido de la crisis de COVID-19, los inversionistas internacionales han retirado grandes sumas de los activos de los PED, lo que ha llevado a una depreciación dramática de la moneda en estos países, especialmente en aquellos que están ya sobreexpuestos debido a la caída de los precios de sus commodities.

Durante la última década, la amplia liquidez a nivel global impulsada por los bancos centrales de los países ricos, junto a una demanda sostenida de activos líquidos, ha direccionado enormes flujos de crédito e inversión en acciones hacia los PED, donde los mercados de bonos y acciones crecieron aproximadamente de 15 billones a 33 billones de dólares entre 2008 y 2019. Las ‘economías de frontera‘ y las corporaciones de los PED han emitido cantidades sustanciales de deuda en moneda extranjera. Con el apoyo del G-20, los PED abrieron sus mercados debonos en moneda nacional a inversores internacionales. En el marco de lo que se ha llamado como la segunda fase de liquidez global, los nuevos instrumentos y las nuevas instituciones financieras, como los fondos internacionales y los fondos de inversión cotizados en bolsa (exchange-traded funds (ETFs) eninglés), han facilitado la negociación global de los activos de los PED, dando lugar a una ilusión de liquidez.

Los PED ahora se enfrentan a un choque repentino por el endurecimiento de las condiciones de liquidez global y debido a que los inversores buscan huir del riesgo: la exposición a los PED sigue siendo una estrategia de alto riesgo y alto retorno, que deja de ser tractiva en tiempos de crisis. En consecuencia, los PED se enfrentan hoy a un severo ajuste macroeconómico precisamente en el momento en que todas las herramientas disponibles deben usarse para contrarrestar la crisis de salud pública causada por el COVID-19. De esta manera, algunos países pueden verse obligados a endurecer su política monetaria en un intento por retener el acceso al dólar estadounidense, mientras que las acciones fiscales pueden verse limitadas por el miedo a perder el acceso a los mercados mundiales. Sin embargo, es poco probable, que las reservas de divisas amortigüen de manera suficiente a todos los países. Esto tendría profundas consecuencias para la economía global: los PED, tanto aquellos que están en el G-20 como fuera de este, son hoy en día mucho más importantes de lo que eran hace una década gracias al crecimiento económico y la expansión de los mercados a nivel global. Frente a estos retos, el fracaso de una acción internacional que facilite préstamos soberanos o cuasi-soberano podría desencadenar en un efecto dominó con consecuencias devastadoras a través del planeta.

Existe una necesidad urgente de actuar para evitar que esta crisis alcance proporciones catastróficas en los PED. A pesar de décadas de discusiones y advertencias, todavía no existe un prestamista internacional de última instancia. Los únicos instrumentos disponibles actualmente son los préstamos del FMI y las líneas de intercambio de divisas entre bancos centrales. Sin embargo, los préstamos del FMI suelen imponer ajustes fiscales, lo cual sería desastroso en las condiciones actuales. La Reserva Federal de los Estados Unidos, por otro lado, está lista para proporcionar dólares estadounidenses a un puñado de bancos centrales: el problema es que entre los PED solo México, Corea del Sur y Brasil pueden acceder a estas líneas de intercambio de la Reserva, por un monto de hasta USD 60bn. No obstante, estos acuerdos ad hoc excluyen una gran proporción de las necesidades de los PED de liquidez en dólares.

Debido a lo anterior, hacemos un llamado a tomar acciones decisivas para restringir los flujos financieros que actualmente están transfiriendo la crisis a los mercados emergentes. Deben introducirse controles de capital para restringir la salida repentina de flujos, reducir la falta de liquidez provocada por las ventas generalizadas de activos en los mercados de los PED y detener con esto las caídas de los precios de las monedas y de los activos nacionales. La implementación de las medidas que se adopten debe coordinarse por el FMI para evitar la estigmatización y prevenir un contagio generalizado. Las líneas de intercambio de divisas deben extenderse para incluir más PED, a fin de garantizar el acceso a dólares estadounidenses. Finalmente, coincidimos con los llamados recientes al FMI para proveer una mayor liquidez, utilizando derechos especiales de giro (DEG), sin generar con esto la imposición de ajustes fiscales pro-cíclicos.

La crisis que se esta desarrollando actualmente es una de las más graves en la historia económica. Debemos asegurarnos que los gobiernos puedan hacer todo lo posible para proteger a sus ciudadanos. En nuestra economía global e integrada, se necesita una acción coordinada para minimizar las restricciones impuestas externamente a los países en desarrollo y emergentes, ya que estos se enfrentan hoy a una crisis triple: la pandemia, la recesión económica y una crisis financiera.

Traducido al español por: Jimena Sierra y Federico Suárez (con el apoyo de Daniela Gabor y Luis Eslava)

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