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Justicia Fiscal

El club de la lucha fiscal

El problema fundamental de los paraísos fiscales es la falta de una definición universal común. Conviven casi tantas listas como países y organismos: desde la de Brasil, con más de 50 jurisdicciones, hasta la de la OCDE, completamente vacía.

Susana Ruiz *

Hace un par de años, la Directora Ejecutiva del FMI, Christine Lagarde, decía que los gobiernos de todo el mundo podrían lograr mejorar sus ingresos fiscales si dejaran de competir entre ellos. “La carrera a la baja deja a todo el mundo abajo”.

Cierto. Pero seguimos anclados en esta carrera a la baja, especialmente en el impuesto de sociedades. Es un efecto dominó que arrastra a la comunidad internacional, pero que coloca a los paraísos fiscales en su epicentro.  Economistas tan prestigiosos como Thomas Piketty, el premio Nobel Angus Deaton o el antiguo economista jefe del FMI Olivier Blanchard coincidían hace unos meses en que no existe una justificación económica para su existencia. Los paraísos fiscales son tóxicos, corrosivos y aceleran la crisis de desigualdad extrema. Entonces, ¿por qué qué nos impide ponerles coto? Por absurdo que parezca, el problema fundamental de los paraísos fiscales es la falta de una definición universal común. Y así conviven casi tantas listas como países y organismos internacionales. Desde la de Brasil, con más de 50 jurisdicciones, hasta la de la OCDE, ahora mismo completamente vacía.

La inacción internacional se ha acompañado, en cambio, de un crecimiento incontenible del uso de estos territorios. En los últimos 15 años, la inversión hacia los paraísos fiscales se ha multiplicado por cuatro, creciendo al doble de rápido que la economía mundial. Sin una definición común, objetiva y efectiva es imposible aplicar sanciones o contramedidas que frenen su proliferación. Porque el perfil de estos territorios, las legislaciones que aplican y la tipología de usos es tan extensa que no hay receta mágica. La diminuta isla de Vanuatu, perdida en el Pacífico Sur o Suiza, en sus nevadas y lujosas montañas, tienen poco que ver, ni en lo geográfico ni en lo legislativo. Aplicar una receta única sería como matar moscas a cañonazos.

¿El sistema fiscal internacional se encuentra entonces ante una encrucijada absurda? No realmente, hay una evidencia que domina. Más del 60% de los activos que circulan por los paraísos fiscales del mundo tienen que ver con las prácticas empresariales. Es una realidad reconocida por gobiernos, organismos internacionales y actores de la sociedad civil. Por eso desde Oxfam hemos optado por analizar los países que han adoptado prácticas más perjudiciales, los 15 paraísos fiscales más agresivos.  Lo que los define es que son territorios que facilitan la evasión y elusión fiscal de grandes empresas, ese juego de ingeniería contable y financiera que permite deslocalizar artificialmente beneficios desde los países donde existe una actividad económica real hacia jurisdicciones mucho más ventajosas.

Tienen en común varios indicadores severos. Son los principales destinos mundiales de este juego de flujos de beneficios; tienen una baja o nula tributación, muy por debajo de la mitad del promedio mundial (que se sitúa ahora cerca del 25) y muchos están cómodamente instalados en un tipo del 0%; no aplican ninguna retención en la fuente para al menos evitar la hemorragia de salida sin gravar préstamos intragrupo, dividendos o royalties; han creado una batería sin fin de ventajas fiscales que no son en realidad sino prácticas nocivas, tal y como reconoce incluso la Comisión Europea; no cuentan con legislación anti evasión fiscal y no se han unido a los distintos esfuerzos internacionales.

El resultado es una lista que debería interpelarnos porque muchos están en pleno corazón de Europa. Los peores, por orden de importancia: (1) Islas Bermudas, (2) Islas Caimán, (3) Países Bajos, (4) Suiza, (5) Singapur, (6) Irlanda, (7) Luxemburgo, (8) Curazao, (9) Hong Kong, (10) Chipre, (11) Las Bahamas, (12) Jersey, (13) Barbados, (14) Mauricio e (15) Islas Vírgenes Británicas.

Tan sólo 3 de estos territorios (Islas Bermuda, Islas Vírgenes Británicas y Mauricio) están oficialmente en la lista española de paraísos fiscales que se ha ido vaciando poco a poco. Otros, como Suiza, nunca han estado en ella. Sin embargo, en lo que va de año, 2 de cada 3 euros de inversión extranjera que llegó a España provino de alguno de estos 15 territorios (el 67% del total). Y prácticamente se ha triplicado la inversión de salida hacia esos destinos. No estar en la lista oficial del Ministerio de Hacienda permite a las grandes empresas que los utilicen escabullirse más fácilmente al escrutinio del fisco. Es urgente revisar estos criterios, contando con un mecanismo de revisión y rendición de cuentas y es fundamental que este proceso se mantenga alejado de intereses diplomáticos o comerciales.

Susana Ruiz es responsable de Justicia Fiscal de Oxfam Intermón.

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